lunes, 20 de agosto de 2007

Cuestión de honestidad


Marcio es un mensajero, es el único trabajo que ha encontrado legal desde que salió de su país para venir a otro totalmente diferente, otras costumbres, otro idioma, otra libertad...


Cuando llegó por primera vez y salió del avión, respiró hondo, quería respirar profundamente el aroma de la libertad y que llegara a lo más profundo de sus pulmones, en su país, al cual amaba y donde había dejado a varios familiares en una situación incierta, las palabras libertad, esperanza y oportunidad se borraron del diccionario en tiempos muy remotos, sin embargo el aroma del aeropuerto sólo le trajo olor a queroseno y un aire caliente y algo axfisiante de las turbinas del avión. No era un buen comienzo, pero era un comienzo, era algo más de lo que le esperaba desde donde vino.


Después de varios meses de papeleos y burocracias y de buscar insistentemente trabajo, había conseguido un permiso de residencia, no era excesivamente largo, pero tenía fe en encontrar algo en este nuevo país que le ayudara a quedarse y prosperar. Soñaba con una vida nueva, y el día que le contrataron como mensajero volvió a ver la luz de la esperanza.


La entrevista fue corta, ya se manejaba medianamente bien con el idioma, sólo preguntaron dos cosas, si sabía conducir una motocicleta y si tenía los papeles en regla, a ambas cosas contestó que sí. Le contaron los pormenores de su nuevo contrato, las condiciones del trabajo, pero tampoco entendió todo, daba igual tenía un trabajo y de forma legal, daba igual que si no entregaba un pedido en el tiempo estimado se lo descontaran del sueldo, daba igual que si no cumplía con un mínimo de entregas diarias sería despedido, daba igual que cobrara un sueldo bajo, daba igual que la empresa ni si quiera le ofreciera un casco. Tenía un trabajo.


El primer día fue duro, no conocía las calles, ni las direcciones, pero al menos sabía leer mapas, y su ingenio le llevó a hacerse con una guía de la zona para turistas escrita en alemán, al menos ese idioma si era capaz de leerlo, y no pudo evitar soltar una sonora carcajada cuando después de más de media hora buscando una dichosa calle, resultó estar dos manzanas más para allá de dónde estaba. Cuando tenía complicaciones o no encontraba la calle, no dudaba en preguntar a la gente, aunque pronto se dio cuenta de la desconfianza que despertaba en la mayoría de las personas, por el simple hecho de tener un acento diferente. Ya le habían llamado la atención el primer mes por no haber hecho a tiempo varias entregas y se las habían descontado del sueldo, le habían dado el primer aviso y le dijeron que si este mes no espabilaba debería ir buscando otro trabajo. Marcio no podía permitirse ni un despiste este mes...


Y en eso iba pensando cuando con sus paquetes cargados bajo el brazo se proponía arrancar la moto, cuando unos policías le solicitaron los papeles de la moto y los suyos propios, Marcio, tranquilamente entregó a aquel policía regordito y con cara de buena persona los papeles, seguro de tener todo en regla. Efectivamente tras revisarlos, el policía le devolvió los papeles y le deseó un buen día, Marcio, colocó sus paquetes en la moto y se disponía a salir disparado a cumplir con todas sus entregas, cuando de repente, otro policía, más joven que el anterior le dijo que esperara. Marcio, sorprendido, se quedó mirando a este joven policía con cara de no entender nada, hasta que el mismo le dijo:


- Por favor, antes de salir póngase el casco, está prohibido circular sin él.


Marcio no sabía qué hacer, había pensando comprarse uno cuando cobrara su primer sueldo, pero debido al dinero que le habían quitado de su nómina por los retrasos, apenas si tenía para subsistir ese mes...


- No tengo casco, señor...


- Apague el motor de su vehículo, no le podemos dejar circular sin casco.


- Pero si no hago las entregas que tengo que hacer dentro del horario que me han dado, me echarán de mi trabajo y es lo único que tengo aquí...


- Las leyes están para cumplirlas y ese es mi trabajo, no puedo permitirle que circule si no dispone de un casco.


Marcio sintió cómo un escalofrío recorría todo su cuerpo, apenas le quedaba un mes y medio del permiso de residencia, sin un contrato laboral, podrían echarle del país y se acabaría su sueño, la pesadumbre empezó a hacer mella en él, estaba en un callejón sin salida y sentía cómo las lágrimas empezaban a brotar de sus ojos...


- ¡¡Chico, ven aquí!!


Marcio, no miró, estaba tan absorto en su tristeza que ni oyó que aquellas palabras estaban dirigidas a él.


- ¡¡Vamos chico!!!


Marcio miró, era el policía regordete, le hacía señas de que se acercara...


- Pero coge tus paquetes y monta conmigo, vamos a hacer tus entregas en un tiempo record, ¡¡toma este casco!!


Sin apenas tiempo para reaccionar, Marcio estaba subido en aquella moto de la policía, con un flamante casco, y con todos sus paquetes bajo el brazo. Entonces oyó al policía joven:


- ¿Pero qué haces?


- Nada, tú sigue patruyando esta zona, en un par de horas como mucho estoy de vuelta...


- Pero...


El policía joven se quedó con la palabra en la boca, aunque el ruido de la moto de su compañero habría ahogado cada una de las palabras que hubiera pronunciado.


Pasaron las horas y alguna que otra multa cuando el joven policía vio volver a su compañero con Marcio. Habían entregado todos los paquetes y Marcio dejó ver una amplia sonrisa cuando se quitó el casco. Aunque al ver la cara del compañero de aquel policía que le había ayudado, la disimuló como buenamente pudo.


Mientras Marcio se dirigía a llevar todos los albaranes de entrega, oyó como el policía joven recriminaba a su compañero:


- !Estás loco! Eres policía, no un mensajero.


- Exacto soy policía, pero no estoy loco. Nuestra misión es hacer cumplir la ley, como bien dijiste, pero no hacer que nadie pierda su trabajo. También nuestra misión es ayudar a quien lo necesite, y eso, mi joven compañero, lo has olvidado...


Marcio sonrió feliz, respiró profundamente, lleno sus pulmones de aire, aliviado porque hoy había hecho su trabajo, y de repente, notó que ese aire no olía a queroseno, ni era caliente ni axfisiante, ese aire tenía un aroma especial, ese aire olía a libertad, a esperanza, a un mundo nuevo lleno de oportunidades...


1 comentario:

RinaFradow dijo...

Me gusto, esta muy bueno, aunque le comento que quedaron muchas cosas inconclusas....Pero lo cierto es que me dejo un mensaje de que en la vida aun existe esperanza para todo, un saludo y gracias por esa historia.