miércoles, 23 de enero de 2008

Retazos de recuerdos


Ultimamente, vuelan por casa multitud de fotografías, volviendo a la mente recuerdos guardados en el rincón oscuro de la memoria, no por ser malos recuerdos, sino por ser recuerdos lejanos, que quedan en un duermevela, esperando ser despertados por algún factor externo que los haga brotar a la parte consciente de la memoria.

Recuerdo estar entre tus brazos, siendo un enano que apenas sabía andar, aquellos momentos en la casa de Tánger, durante esos veranos interminables que pásabamos cuando la pausa estival del colegio nos permitía estar varias semanas allí con vosotros. Recuerdo esos días en la playa, buscando coquinas y caracoles, y las palabras que siempre me decías, "si has encontrado una, sigue buscando ahí porque seguro que habrá más". Recuerdo tantas cosas que pensé que no recordaba... Pero quizás, el recuerdo más presente, es aquella conversación que tuvimos en tu casa , cuando apenas hacía un par de años que el Abuelo nos dejó, y en la que fuiste tú la causante y el artífice de que empezara a bailar... También recuerdo el día que el Abuelo se fue, tu reacción, tus palabras en el salón de casa, tus llantos, tus lágrimas... Esos recuerdos de infancia, que creí olvidados, hoy renacen y brotan con más fuerza que nunca...

Pero también tengo recuerdos actuales, tu sonrisa, siempre agradecida ante cualquier ayuda prestada; tu interés en saber por qué me gustan tanto los pájaros; el momento en el que te enseñé mi guitarra nueva y me hiciste tocar para oirme; tus preguntas sobre si tenía novia y que algún día me tenía que casar porque no querías faltar a mi boda; las mañanas que llegabas a casa a buscar a Mamá para ir a la compra; tu mirada, a veces triste, a veces alegre, a veces perdida en los recuerdos de una vida llena de ellos, y otras veces llena de felicidad abrazando a una 4ª generación de tu propia sangre que estaban empezando a andar por este mundo... Esa mirada, siempre tenía la suficiente fuerza para transmitirme alguna sensación a mi alma...

Recuerdo tantas cosas, que entre sonrisas y lágrimas, apenas me hago a la idea de que ya no estás, de que ya no puedo verte, de que te has marchado de repente y ni si quiera te dí un beso antes de marcharte...

Ya no verás a Esther, llevabas tiempo en Sevilla, y no dió tiempo a presentártela, pero estoy seguro que te hubiera encantado, por el simple hecho de ver que es ella quien dibuja la sonrisa de mi cara y el motivo de mi felicidad, ni tampoco verás el día de mi boda, con la ilusión que te hacía... No verás a mis hijos nacer, empezar a andar y a correr, o llamarte Yaya... No verás que la vida por la que siempre preguntabas, ya ha nacido y ha empezado a andar... Ya no habrá más mañanas de compras con Mamá, ni veré más sonrisas, ni aquella mirada...

Tus manos, cansadas de vivir, se habían arrugado ya, pero aún demostraban la belleza de quien las cuidó toda una vida, tu cara aún reflejaba aquella hermosura que tuvo en su juventud, a pesar de las arrugas que el tiempo había dejado en ella, y tus andares aún conservaban el porte y la elegancia de quien supo pasear por la vida siempre con la cabeza erguida, a pesar de que en los últimos tiempos a tus pasos los acompañaba un bastón, que lejos de darte aspecto de anciana encorvada, te daba un aire aristocrático, acentuando aún más tu elegancia innata.

No sé dónde estarás ahora, ni si habrás llegado al sitio que esperabas llegar, no sé si existe el cielo tal y como aquí nos lo cuentan, pero si que espero que ahora, estés donde estés, hayas encontrado a Yayo Miguel, y que ahora, podáis pasear juntos de la mano, en un bello y eterno atardecer, por las playas de Tánger o por el zoco chico, contándoos todo aquello que no habéis pasado juntos durante estos últimos años en los que no os pudísteis ver, o recordando todo aquello que vivistéis aquí. Acordaros de vez en cuando, de mirar hacia aquí abajo, porque todavía queda mucha gente que os echa de menos y que os quiero muchísimo, aunque no fuéra capaz de demostrarlo cuando estabáis aquí, eso es lo que siento...

Quizás, con demasiada prisa, nos olvidamos en nuestro día a día acelerado, de aquellas personas que tuvieron o tienen un papel importantísimo en nuestras vidas...


Quizás, olvidamos, que con la edad, no se marchitan algunos sentimientos que surgieron en nuestro propio nacimiento, y que no desparecen con nuestra propia muerte...


Quizás olvidamos, que un día hubo alguien siempre dispuesto a dedicarnos una sonrisa, una caricia, un halago...


Quizás, con demasiada prisa, nos olvidamos que la vida es finita, y que no siempre se pueden dejar cosas para mañana, porque mañana puede que no estemos todos...


Ahora soy consciente de que no sólo lloro tu pérdida, que tanto daño me hace, tanto como el saber que yo dejé para un mañana que ya no habrá, cosas que pude hacer ayer. Mis lágrimas fueron en tu entierro de dolor, y hoy son de impotencia, de autodecepción, de amargura... No dediqué mucho tiempo a conocerte, creyendo que te conocía, no dediqué mucho tiempo a estar contigo, porque siempre pensé que nunca te irías y que mañana sería mejor momento que hoy, no dediqué mucho tiempo a devolverte momentos, retazos de recuerdos de mi infancia en los que siempre estabas sonriendo... Quería devolverte esas sonrisas, quería devolverte esos abrazos, quería hacer tantas cosas que nunca hice, y que ahora, son imposibles...

Desde aquí, sólo quiero decirte que te quiero, aunque nunca te lo dije y dile a Yayo que también le quiero... Nunca os olvidaré...

Un beso eterno....
Vuestro nieto...