miércoles, 5 de diciembre de 2007

Sugestión


Noche cerrada, apenas un alma en la calle, silencio, quizás haga frío, pero no parece afectarle demasiado...


Anda aparentemente tranquilo y con paso firme, pero su corazón late como si llevase corriendo al máximo de sus capacidades un buen rato. Silencio, eso es lo que escucha, nada, no hay nada más en la calle, sólo él, el sonido de sus pasos, su respiración entrecortada, la escarcha empezando a hacer mella en los coches aparcados, edificios alumbrados torpemente por farolas caprichosas que iluminan unas zonas y dibujan, caprichosamente, sombras en otras, y más silencio....


Varias sensaciones anteriores le tienen sugestionado, no acaba de sentir miedo, pero tampoco se siente tranquilo. La extraña sensación de sentirse observado que ha tenido gran parte de la noche, no se ha marchado...


Mientras camina, observa lo que le rodea, curiosamente, no hay nadie, no se oyen voces, ni coches circulando, pero tiene la intuición de que no está solo, de que desde algún sitio, más o menos cercano, alguien le observa, alguien sigue sus pasos, pero mientras que los suyos hacen ruido al caminar, quien le observa se mantiene en el silencio, sin ofrecer el más mínimo ruido que pudiera delatar su presencia.


Su camino le lleva a zonas donde los cristales de los escaparates enseñan sombras, figuras imaginadas, destellos de reflejos que en algún momento debieron de existir y se quedaron atrapados para volver a ser reflejados más tarde. Apenas lleva andados 200 metros, pensando en la extraña sensación que tiene, cuando sus pasos le llevan a pasar al lado de un bar, ya cerrado, cuyas cristaleras muestran el interior del mismo, y allí, cree ver entre la penumbra, a algún cliente despistado sentado en un taburete de la barra, como esperando, cabizbajo, a que el camarero que ya no está, le sirva la última consumición. Sólo ha sido un instante, pero está seguro de haberlo visto, y la sensación de sentirse observado aumenta por momentos. Acelera el paso, quiere llegar a casa cuanto antes, pero cuando apenas ha recorrido algunas decenas de metros, siente como si una mano invisible sujetara el bajo de su pantalón, cerca del suelo, haciéndole frenar su marcha y provocando un traspiés ligero que le obliga a parar. Mira hacia atrás, no hay nada en el suelo con lo que haberse enganchado, no hay nadie, sólo silencio, roto por una súbita toma de aire y un pequeño salto al sentir en su hombro una mano que se apoya. Vuelve a girarse completamente, pero sigue sin haber nadie. Sólo él, el ruido de su respiración entrecortada, el latido fuerte y rápido de su corazón, y el silencio y la quietud que le rodea.


Sigue su camino, convenciéndose de que nada ha pasado, es sólo sugestión, los malos momentos que juega la mente cuando se deja llevar por el miedo y la imaginación, y por fin, al fondo de la estrecha calle oye las voces de los barrenderos, y el ruido de los camiones de la limpieza, lo que le hace sentirse más seguro, más tranquilo. Ya no siente temor, irónicamente se siente seguro entre algunas personas totalmente desconocidas, y sigue su camino con un paso más firme y seguro que hace unos instantes...