domingo, 8 de marzo de 2015

Cuando me amé de verdad...

Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.

Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.

Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece co...ntribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.

Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.

Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.

Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.

Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.

Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.

Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!
No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.

Charles Chaplin

Cómo, cuándo, por qué

Miré al mundo, o al menos al que yo creí conocer, y lo vi diferente, no sé si porque lo miré con otros ojos o quizás porque había llegado el momento de mirar y observar de verdad y detenidamente.

El caso es que fuera como fuese, ese mundo, mi mundo, cambió desde entonces. La ausencia de personas que fueron importantes, la falta de personas que siguen siendo importantes, la entrada de nuevas personas que quizás lo lleguen a ser, me hacen ver lo que me rodea con otra perspectiva, con otra mirada. El mundo cambia, mi mundo cambia, e inevitablemente yo cambio con él.

Quizás el consejo que más he recibido en estos últimos meses es volverme egoísta, pensar de una vez en mi y olvidarme un poco de los demás. No creo haberlo conseguido, sólo sé que he visto que mi mundo es egoísta en un porcentaje altísimo de ocasiones. Salvo en casos y momentos puntuales, nadie tiene tiempo para nadie, nadie está para nadie incondicionalmente, ya sea por falta de tiempo, por otras obligaciones, por otras prioridades o preferencias, y sea cual sea la razón o la motivación de cada cual, el resultado final es que algunos están al menos cuando la ocasión es importante, aunque sólo sea un instante, otros sin embargo apenas aparecen, embutidos en su espiral de egoísmo...

Mi mundo cambia quizás porque he sido consciente de lo que está sucediendo a mi alrededor, tengo una visión con más perspectiva porque he conseguido alejarme y coger altura para ver más nítidamente las cosas. Y entonces llegó la reflexión que me está atormentando el alma. ¿Es mi mundo el que cambia o soy yo quien lo veía tergiversado, atrofiado, deformado a mi antojo y a mi gusto, a lo que yo quería ver? ¿O quizás es que todo ha ido cambiando y no lo supe ver antes?

Mi cabeza gira y gira, mi mente no para de dar vueltas, y salvo escasos momentos del día en el que consigo centrar mis pensamientos en algo vano pero placentero, las reflexiones, las ideas, los sentimientos, las divagaciones, las teorías, los recuerdos, las ilusiones muertas, los planes de futuro, la creación de nuevas perspectivas y lo más difícil, buscar nuevas ilusiones se entremezclan en un cóctel explosivo en mi cabeza que no me deja parar.

Cómo cambió todo, no lo sé exactamente, aunque en gran parte intuyo la razón, porque si mirando el mundo en el que vivo, y viendo cómo recompensa este mundo a quien intenta ayudar más que ayudarse si mismo, puedo entender dos cosas, la primera que es el mayor motivo para que el egoísmo triunfe, y la segunda que nadie está dispuesto a dar lo mejor de si mismo si no hay una meta que alcanzar, si no hay algo que lograr, y además a corto plazo, porque a nadie le interesan ya las metas a medio o largo plazo. Primera reflexión, primera conclusión y primera decepción, nadie ama por amar, sino que se ama esperando siempre algo más, se da según se recibe, se aporta según te aporta, se quiere según te quieren... Hasta en esto triunfa el egoísmo...

Cuándo cambió todo, tampoco lo sé exactamente, señalar un momento concreto es complicado, sobre todo cuando un porcentaje alto no depende de ti y sí de quien o quienes te rodean. Quizás es inútil buscar el cuándo, no se puede retroceder y actuar de otro modo cuando las cosas fallan, aunque fueras capaz de mirar retrospectivamente y hallar el momento exacto, no podrás hacer nada por cambiarlo y te habrá llevado demasiado tiempo sumido en la amargura de una búsqueda que no lleva a ningún lado. Aunque como todo, siempre tiene su parte buena, si eres capaz de llegar hasta ese momento y ser objetivo y autocrítico podrás saber en qué fallaste, en qué fallaron y qué pasó. No arregla nada, pero al menos serás más consciente de ti mismo, de tus errores y de como evitarlos en un futuro. Segunda reflexión, segunda conclusión y segunda decepción, remover el pasado buscando respuestas a preguntas que te haces hoy es inútil, peor aún cuando dichas respuestas te las está tirando a la cara el presente constantemente... 

Por qué cambió todo, si lo sé, por desgracia lo sé, soy plenamente consciente de ello y plenamente autocrítico con ello. He visto mis errores, he visto cómo se me escapaban sueños como si fueran una gota de agua corriendo entre mis dedos, viendo que lentamente se desliza para precipitarse al vacío, y aunque luches por retener esa gota un poco más entre tus dedos, su final es el mismo. Nadie puede retener una gota de agua eternamente entre sus manos, tarde o temprano la gota caerá, o en su defecto acabará evaporándose y desvaneciéndose lentamente mientras la miras. He visto cómo los esfuerzos no siempre se recompensan de la mejor manera, y también he visto que los mayores esfuerzos no se hacen para los demás, sino para uno mismo. He visto que luchar más por los sueños y metas de otros te llevan al fracaso y al abandono, he comprendido que los sueños y metas personales al final son lo más importante. He visto que los sentimientos fluctúan, van y vienen, y que sólo el esfuerzo diario por mantenerlos y cuidarlos hacen posible su perdurabilidad, y aún así no garantiza que sean eternos, no depende sólo de ti mismo sino también del esfuerzo de los demás por mantenerlos. He visto el dolor de cerca, muy de cerca, me he dejado abrazar por su dulce melancolía, he rozado la locura que provoca el miedo y me he dejado acompañar por una soledad que aprieta el alma y que intenta cada día abarcar y ocupar más de mi nuevo mundo, pero he comprendido también que a este dolor te acostumbras, que el abrazo de la melancolía no reconforta para nada y si que mata lentamente, que el miedo es necesario para ser más consciente de lo que se tiene y lo que se pierde, y que la soledad sólo te acompaña si decides tú mismo que esté ella a tu lado. He comprendido que cuando no hay razones para dejar de amar la única explicación real y clara es tan sencilla como que simplemente se dejó de amar.... Tercera reflexión, tercera conclusión y tercera decepción, a veces no es suficiente con poner el mundo en las manos de otros, a veces no basta con el esfuerzo propio, a veces no se trata sólo con amar sin condiciones, sin excusas, sin miedos... Y no es suficiente, no basta y no se trata solamente de eso porque si no es recíproco, no vale de nada todo lo que hagas...

Mi mundo cambió y me piden que cambie. Vuélvete egoísta, me dicen, piensa en ti, me dicen... Y también escucho cómo me dicen que soy una buena persona, que tengo un gran corazón, que me merezco todo lo mejor... Y bien, agradeciendo y agradecido por estos elogios, ¿ahora qué? ¿Es imposible para mi ser algo que no soy o convertirme en algo que nunca fui?

Pues llega mi última reflexión, mi última conclusión y espero que no sea mi última decepción. Mi mundo cambió y lo volveré a cambiar de nuevo, no voy a crear un mundo donde el egoísmo sea la base de mi vida, no quiero un mundo donde mis ilusiones, mis sueños y mis metas estén por encima de quienes quiero, mi mundo se basaba en el amor, y mi nuevo mundo se basará en lo mismo, no entiendo y no soy capaz de entenderlo de otra manera. Compartiré mis sueños, mis ilusiones y mis metas con aquellos que quieran estar aquí, haré de sus sueños, sus ilusiones y sus metas los míos siempre y cuando ellos hagan de los míos los suyos, es la única condición que pongo en mi nuevo mundo que hoy ha empezado a andar. ¿Te apuntas?