viernes, 23 de noviembre de 2007

Cuentos de hadas


Hay momentos en la vida en los que creamos cuentos de hadas, se nos cumplen los deseos, y no sólo eso sino que además somos plenamente conscientes y felices por ello.


Pero no nos damos cuenta de que, en muchas ocasiones, vivimos con un pie en el cuento de hadas y con otro al borde del abismo.


Ser consciente de las consecuencias de algunas decisiones no es complicado, asumir dichas consecuencias, a veces se me antoja muy difícil, y más cuando dichas consecuencias son las que te llevan a tener que renunciar a ese cuento de hadas, a ese deseo cumplido.


Dante y yo hemos de seguir caminos diferentes, por su bien, por el mío, por el de los dos. Dante "sólo" es un guacamayo azul y amarillo, dicho técnicamente, un ara ararauna, dicho desde el corazón, es mi pequeño, mi deseo cumplido, el protagonista principal de uno de mis cuentos de hadas. Decir que Dante es "sólo" una mascota, sería como decir que me encanta el mueble del salón de mi casa, dicho mueble no respira, no transmite sensaciones, no tiene estados de ánimo, no se alimenta, no da cariño, no tiene personalidad propia, sino que se acopla, con más o menos gusto a un conjunto decorativo. Dante no es eso, no es sólo una mascota, es algo más, mucho más, es la visión constante de que a veces los sueños se hacen realidad, de que con constancia y perseverancia se acaba alcanzando algunas ilusiones que en su día parecían lejanas y que un día cualquiera se convierten en realidad. Dante es uno más de mi familia, con sus cosas buenas, con sus cosas malas, con sus virtudes y sus defectos, y así le quiero, y porque le quiero, debo dejarle marchar, como decía hace unas líneas, por su bien, por el mío, por el de los dos....


Se me rompe un sueño, se me rompe una relación estrecha y con un feeling especial, se me rompe en mil pedazos una ilusión cumplida; con él se va algo que jamás había sentido con ninguna de mis otras "mascotas", esa capacidad de observación, su forma de comunicarse, su forma de aprender a interactuar y a relacionar hechos, situaciones, palabras, gestos, su forma de transmitir cariño, su forma de recibir el cariño que le doy, su mirada inteligente y escrutadora, y esa capacidad, casi manipuladora, para ganarse constantemente una caricia o un momento de juegos... Con él he sentido una relación de mutuo entendimiento, he aprendido a comprender que nuestras necesidades no siempre son las de nuestras "mascotas", que al igual que las personas, él también tiene días buenos y días malos, donde apetecen más unas cosas que otras, él me ha enseñado muchísimo sobre aspectos que antes, ni me habría llegado a plantear a la hora de interactuar con un animal, sea del tipo que sea, hemos sido maestro y alumno a partes iguales, enseñando el uno al otro todo aquello que podíamos enseñarnos, aunque, obviamente, el que ha salido beneficiado de esta enseñanza mútua, he sido yo... La inteligencia animal es infinitamente superior a la humana, ya que ésta, no se mueve por motivos profanos, egoístas, triviales, diplomáticos, políticos o económicos, sino que se mueve y se rige por motivos importantes, por necesidades reales y básicas para cualquier ser vivo, por lo que aprender de dichas inteligencias ayuda a comprender que a veces, con muy poco se es muy rico, que la mayoría de las veces, la felicidad está al alcance de cualquiera que quiera cogerla...


Separamos nuestros caminos, Dante ha de seguir uno nuevo, ha de seguir enseñando, con su particular manera de impartir doctrina, a otras personas, a otra familia, y yo, desde este rincón, sólo he de asumir, que hubo un tiempo en el que tuve la suerte de compartir 3 años con un animal que me enseñó a ver de otra forma las cosas importantes de la vida, a ver más allá de la espectacularidad de los colores, de libreas impresionantes, de portes portentosos, de facultades innatas a ciertas razas que sorprenden a propios y a extraños, para ver la realidad de que detrás de la belleza exterior de los animales y fuera de sus propias facultades innatas, hay algo más que una mascota, que un animal de compañía, más o menos bonito dependiendo de quién lo mire, sino un ser vivo que lucha cada día por cubrir sus necesidades básicas y poder alcanzar así su propia felicidad, que hay una filosofía de vida, una forma de entenderla y de vivirla, que nosotros, los seres humanos, no alcanzaremos jamás, salvo en rara excepciones, pero de la que podemos aprender muchísimo.... Y sobre todo debo agradecerle haberme enseñado a tener esa misma sensación que tengo con él, con el resto de mis pequeños, de mis "mascotas"...


A veces no es necesario perder lo que tienes para valorarlo, ni tampoco es necesario quedarse con la sensación de que fue poco tiempo, si el tiempo que fue, estuvo bien aprovechado. Valorar las cosas en su justa medida ayuda a tomar ciertas decisiones, y yo tengo claro, que probablemente Dante me hubiera enseñado a ver muchísimas más cosas, y a verlas por mi mismo, pero también sé que todo este tiempo, y el que aún nos quede juntos, fue aprovechado al máximo. No puedo, ni quiero, ser egoísta, ahora toca que siga enseñando a otras personas, si dichas personas quieren aprender de él, y a que él siga aprendiendo todo aquello que le quieran enseñar... Lloraré su marcha, extrañaré su ausencia, pero en mi interior siempre quedará todo lo que compartimos y todo lo que me enseñó, y me sentiré orgulloso de saber que mi pequeño seguirá enseñando y haciendo disfrutar a alguien en algún lugar...


No te hablo desde la tristeza, pero si que te echaré muchísimo de menos... Suerte compañero, aunque sé que no la necesitas.... Ahora te toca hacer realidad otro cuento de hadas, otro sueño, otras ilusiones, y ojalá que éstas sean duraderas y casi eternas....


1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola!!Leer tus escritos son una gran inspiración,me siento muy identificada con tu modo de ver la vida,de entender las cosas.Gracias,pensé que era la única que creía en "cuentos de hadas" (vos entendés).