
Caminando hacia el recuerdo más borrosos se volvían, tergiversando los mismos, transformándolos sin consciencia, sin alevosía, sin premeditación, pero al fin y al cabo volviéndolos más oscuros y confusos. Curiosamente, cuanto más te acercas al recuerdo más te asalta el olvido.
Quise olvidar el dolor y el dolor se hizo más presente, quise recordar la felicidad y la felicidad se me antojó más lejana, quise olvidar la amarga sensación de soledad y la soledad me rodeó con sus largos brazos, quise recordar lo que era una sonrisa y una lágrima nació en mis ojos y recorrió mi cara.
Olvido y recuerdo, recuerdo y olvido, antagónicos e inseparables, amigos que se tornan enemigos o enemigos que se tornan amigos. Viajan juntos, siempre juntos, indisolublemente unidos. Necesarios a partes a partes iguales...
Quizás el esfuerzo hacia el olvido de un determinado recuerdo hace a éste más omnipresente, más fuerte y duradero, quizás el esfuerzo por recordar un determinado instante o sentimiento hace que lo transformemos, lo idealicemos, lo tergiversemos haciéndolo más confuso y borroso diluyendo la realidad que lo originó y acercándolo indefectiblemente al olvido.
Si olvidando recuerdo el olvido y recordando olvido el recuerdo, no queda más remedio que olvidar la felicidad y recordar el dolor, así la felicidad será más nítida y presente y el dolor más confuso y borroso. No sé si es la fórmula para ser feliz, pero juraría que se le acerca bastante...
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