martes, 6 de enero de 2015

Olvidando cómo recordar, recordando como olvidar

Caminando hacia el olvido sobrevinieron los recuerdos. Curiosamente, cuanto más cerca del olvido te hayas más recuerdos te asaltan.

Caminando hacia el recuerdo más borrosos se volvían, tergiversando los mismos, transformándolos sin consciencia, sin alevosía, sin premeditación, pero al fin y al cabo volviéndolos más oscuros y confusos. Curiosamente, cuanto más te acercas al recuerdo más te asalta el olvido.

Quise olvidar el dolor y el dolor se hizo más presente, quise recordar la felicidad y la felicidad se me antojó más lejana, quise olvidar la amarga sensación de soledad y la soledad me rodeó con sus largos brazos, quise recordar lo que era una sonrisa y una lágrima nació en mis ojos y recorrió mi cara.

Olvido y recuerdo, recuerdo y olvido, antagónicos e inseparables, amigos que se tornan enemigos o enemigos que se tornan amigos. Viajan juntos, siempre juntos, indisolublemente unidos. Necesarios a partes a partes iguales...

Quizás el esfuerzo hacia el olvido de un determinado recuerdo hace a éste más omnipresente, más fuerte y duradero, quizás el esfuerzo por recordar un determinado instante o sentimiento hace que lo transformemos, lo idealicemos, lo tergiversemos haciéndolo más confuso y borroso diluyendo la realidad que lo originó y acercándolo indefectiblemente al olvido.

Si olvidando recuerdo el olvido y recordando olvido el recuerdo, no queda más remedio que olvidar la felicidad y recordar el dolor, así la felicidad será más nítida y presente y el dolor más confuso y borroso. No sé si es la fórmula para ser feliz, pero juraría que se le acerca bastante...

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